Habitar un espacio implica mucho más que simplemente equiparlo con mobiliario. Es la oportunidad de expresar creencias, aspiraciones, elecciones y comportamientos a través de la substancia misma de éste.
A lo largo de la historia, el diseño ha ejercido influencia sobre cómo nos desenvolvemos en diferentes ambientes. Aunque, en su esencia, la funcionalidad de los espacios no ha cambiado significativamente pues el comedor sigue siendo el lugar para comer y el de la cocina para cocinar, el concepto que tenemos de ellos sí ha evolucionado.
Un espacio puede ser habitado de maneras infinitamente diversas, incluso con una disposición similar y esto se debe, en gran medida, a las experiencias y comportamientos que cada individuo trae consigo. Según la perspectiva del investigador estadounidense Donald A. Norman, los seres humanos establecemos una conexión directa con los entornos y sus objetos cuando nuestro cerebro los somete a procesos que abarcan desde un nivel inconsciente y visceral 3⁄4donde formamos juicios3⁄4 hasta el nivel conductual, donde respondemos a estímulos, para finalmente llegar al nivel consciente y reflexivo, en el cual aprendemos y conceptualizamos estas experiencias.
En cierto modo, más allá de los aspectos puramente cognitivos del cerebro humano, un elemento crucial al seleccionar un objeto o al comportarse en un entorno de diseño es el componente emocional. Consideremos, por ejemplo, el simple acto de preparar una taza de café, una rutina tan común y profundamente humana que se puede vivir de maneras diversas.
Por un lado, está la experiencia de hacerlo con la cafetera italiana de acero inoxidable de Alessi –diseñada por Aldo Ross– que al ser un objeto de deseo suele ocupar un lugar destacado en las estanterías de las cocinas, más como una pieza decorativa que como un utensilio de uso diario.
Otra opción es optar por el ritual matutino con una icónica prensa francesa diseñada por Faliero Bondanini, una alternativa un poco más práctica que la Alessi, que igualmente requiere cuidado y mantenimiento. Esta elección habla de un enfoque más bohemio y pausado.
Por último, existe la posibilidad de calentar agua en el microondas, abrir un paquete y verter una cucharada de café instantáneo Buen Día, cuyo empaque fue diseñado por Jaime Gutiérrez Lega. Tomarse el café de esta manera implica un enfoque de menor esfuerzo, permitiendo continuar con las actividades cotidianas sin interrupciones significativas.
Cualquiera de estas tres opciones es igualmente válida y la elección depende, en definitiva, de la conexión emocional que establecemos con cada uno de estos diseños y rituales.
Para la primera edición de Design House Colombia, se invitó a que los diez estudios de diseño participantes se adentraran en la significancia tipológica que representa el espacio que cada uno intervino. A que se adentraran y se conectaran conceptos con vivencias personales que estuvieran representadas en: una cocina, un estudio, una habitación, una sala, un patio, un corredor o un espacio sin otra razón diferente a la de estar presente.
Como resultado, cada uno de ellos dejó una huella emocional de lo que para ellos significa conectar con el espacio.