Raúl de la Cerda es sinónimo del diseño fluido, del México contemporáneo y de vanguardia. De la búsqueda del origen para innovar en el ahora. Su obra es un vivo retrato de una personalidad viva, alegre y exploratoria.
“Si México fuera una piedra, sería una muy rugosa, colorida, caótica y preciosa”, responde Raúl de la Cerda -Ciudad de México 1998- al preguntarle sobre la materialidad de su país natal. De la Cerda es un diseñador industrial con alma de antropólogo quien desde hace una década ha hecho nombre a punta de propuestas limpias, necesarias e innovadoras, y aunque la forma suelta de narrar su trayectoria la hace ver fácil, esta ha sido labrada a pulso. “La inspiración existe, pero te tiene que encontrar trabajando”, una reconocida frase de Pablo Picasso que Raúl tiene tatuada en su mente como un leitmotiv.
Estudió Diseño Industrial en la Universidad de Anáhuac (2012) y más adelante cursó una maestría en el programa European Design Labs del IED de Madrid. Comenzó su trayectoria como director creativo en C Cubica Arquitectos bajo el madrinazgo de Andy Cesarman con quien exploró el principio del reciente boom del diseño mexicano desde Arte Línea. “Junto con Andy, buscamos la manera de incorporar a nuevos diseñadores mexicanos y enseñarles desde la producción mínima viable de una pieza , hasta fotografías, costeos, planos, y todo este trabajo y desarrollo necesario para realmente tener un producto en forma final”, cuenta Raúl. Esto fue en el 2017 y al día de hoy, ese proyecto mentor ha dado frutos notables qué posicionan el diseño mexicano como un referente mundial.
De forma paralela abrió su propio despacho De la Cerda Studio que cubre dos frentes: el de la arquitectura y el interiorismo y el del desarrollo de productos y mobiliario. En este último, su papel creativo se enfoca en la conceptualización y desarrollo del producto, para posteriormente trabajar con marcas como Difane, OMET y Breuer quienes se encargan de la producción, edición y comercialización de las colecciones. De estas colaboraciones, han nacido piezas icónicas cómo la consola y mesa Lätt, o la silla Apapchua.
Se podría decir que su juguete consentido por excelencia se llama Barón y Vicario. Una marca de diseño conceptual creado por el mismo, la cual explora técnicas artesanales mexicanas. Si bien De la Cerda afirma qué no le gusta encasillarse en un estilo u estética especifico, es aquí en dónde se evidencia esa afinidad por las formas curvas y el diseño orgánico. “Es ese tipo de líneas las que se sienten rico. El diseño es algo más que consumes y es delicioso así como una Venus prehispánica que era gordita y abrazable, no toda flaca y enclenque, así veo el diseño”, agrega.
Cuando no se encuentra en un taller explorando materiales pétreos, puede estar inmerso en el Museo de Antropología de México imaginando una nueva colección. O caminando perdido en alguna ciudad que lo inspire siempre con su libreta de bocetos en la mano, la mente volando y esa gran sonrisa que lo caracteriza. Diez años después de haber comenzado su propia historia de diseño, hoy cuenta con un nombre que equivale a diseño consolidado.
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